No todas las historias de amor son historias de pareja. El amor hacia un hijo es uno de los sentimientos más profundos e incondicionales que un ser humano puede experimentar por otro. Tener un hijo con discapacidad, acompañarlo a lo largo de su vida, y luchar junto con él para lograr sus metas, es una prueba de resiliencia. Y por ello, en esta ocasión, hablaremos de Dick y Rick Hoyt, mejor conocidos como el equipo Hoyt.
Era el año de 1962 cuando Dick y Judi Hoyt dieron a luz a un varón que como resultado de una deprivación de oxígeno al momento de su nacimiento, fue diagnosticado con cuadraplejia y daño cerebral.
Pese a los consejos de los médicos y las pocas posibilidades que tenía su hijo a quien nombraron Rick, de hacer una vida “normal”, la pareja decidió luchar para que éste logrará hacerlo.
Pronto se dieron cuenta que Rick no podía caminar ni hablar, pero seguía con su mirada lo que sucedía a su alrededor. Así que lucharon para que fuera admitido en una escuela pública. Previamente, con ayuda de un sistema de cómputo y un teclado diseñado especialmente para él, aprendió a comunicarse.
Rick obtuvo su grado universitario en Educación Especial mientras Dick, su padre, se retiró de la Guardia Aérea después de 37 años de servicio.
En 1977, Rick le comunicó a su padre su deseo de participar en una carrera en beneficio de un jugador que había quedado paralizado en un accidente. Dick accedió empujar la silla de ruedas de su hijo las 5 millas del recorrido.
Ese fue el comienzo de mil carreras, que incluyen maratones, duatlones y triatlones, 6 de ellas conocidas como Ironman.
En el 2011, corrieron juntos la maratón de Boston, teniendo Dick 70 años y según refieren en su página www.teamhoyt.com no piensan todavía en el retiro.
A ser resiliente también se aprende, pues la resiliencia es una habilidad que todos podemos desarrollar.
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