De un tiempo para acá, hagas lo que hagas te resulta
prácticamente imposible relajarte. Te sucede con frecuencia por las noches
cuando intentas dormir, los fines de semana, e incluso durante las vacaciones.
Tu cabeza da vueltas, te duele el cuerpo (como si hubieras corrido un maratón),
o traes una alergia desde hace meses, una gastritis o colitis espantosa, o un
dolor de cabeza recurrente (cuando piensas que ya te liberaste de él vuelve a
aparecer).
Has pasado ya por varios médicos y todos coinciden: te
encuentras “bien” pero estás muy estresado y tienes que aprender a relajarte.
Te han recetado ansiolíticos o antidepresivos, pero tu no quieres tomarlos porque has escuchado de todos los efectos secundarios que pueden tener.
Te han recetado ansiolíticos o antidepresivos, pero tu no quieres tomarlos porque has escuchado de todos los efectos secundarios que pueden tener.
Buscas otras opciones: ejercicio, meditación, hierbas.
Empiezas a sentir alguna mejoría. Pero el trabajo se acumula, y ya te resulta difícil
ir al gimnasio, eso de “poner la mente en blanco” cuando estás acostumbrado a
mantenerla ocupada TODO EL TIEMPO se complica, e incluso los tés para relajarte, llegas tan
cansado de trabajar que se te olvida tomarlos.
Por si fuera poco, has subido considerablemente de peso y te
cuesta mucho trabajo poner atención. Te sientes cansado. La compañía para la
que trabajas ha anunciado que quienes presenten sobrepeso y obesidad pagarán
primas de seguro mayores. Tu jefe se queja de tus malos resultados en el último
trimestre y empiezas a tener problemas con tu pareja, porque ya no siquiera
sientes deseos de tener relaciones.
Si algunos fragmentos, o la película completa te suenan
familiares, sigue leyendo.
La realidad del estrés
Todas las situaciones antes descritas corresponden desde
luego a un conjunto de factores, pero en medio de ellos, nuestra incapacidad de
hacer frente a las presiones cotidianas.
El estrés, si bien es un mecanismo de supervivencia y
representa nuestra capacidad para responder al peligro, en la actualidad se ha
convertido en un mal que lo mismo afecta nuestra salud física, que nuestro
desempeño en el trabajo y nuestras relaciones interpersonales.
El estrés como tal no es malo. Lo malo, señalamos, es estar
TODO EL TIEMPO estresados.
Dos tipos de
estrés
Hoy día se habla de dos tipos de estrés: el EUTRES o estrés positivo, es esa respuesta que
nos permite responder al peligro, que nos motiva para lograr un resultado, que
es de corto plazo y que mejora nuestro desempeño.
Desafortunadamente, la mayoría de las personas vivimos hoy
el otro tipo de estrés, el DISTRES o estrés negativo, ese que no nos deja
dormir, crónico, que nos bloquea y que puede ser un importante factor de riesgo
para enfermedades como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, e
incluso el CANCER.
Hasta qué punto el estrés se convierte en algo negativo
Aquí vale la pena dejar bien claro, como lo hacemos en
nuestras pláticas y talleres, que el estrés NO ES LA CAUSA de dichas
enfermedades, pero que sumado a otros factores puede ser un factor que
precipite, agrave o mantenga una enfermedad.
El estrés, junto con un estilo de vida poco saludable, puede
favorecer la acumulación de grasa abdominal, encoger áreas de nuestro cerebro
relacionadas con la atención, la memoria y el aprendizaje, reducir la sinapsis
(conexión entre neuronas) e incluso alterar nuestra información genética. Hoy
día se sabe que incluso una madre bajo estrés crónico afectar el potencial
hereditario de su descendencia.
El costo para las organizaciones
Se estima que el costo del estrés para las organizaciones es
sumamente elevado, pues es un factor que contribuye al ausentismo, la rotación,
las incapacidades y gastos médicos, la baja productividad y el PRESENTISMO. Las
empresas, sufren los estragos del estrés, pues tienen que responder a las demandas de un entorno altamente
competitivo.
Algunas de ellas comienzan a tener iniciativas en este
rubro, sin embargo la mayoría de ellas son “parciales”, es decir, no resuelven
el problema de fondo, e incluso en algunas, por desconocimiento o temor,
prefieren llamar a estos programas de otra manera. En alguna ocasión, una ejecutiva de una gran
empresa nos dijo “si lo queremos hacer, pero le queremos llamar de otra manera…
no quisiéramos hablar de manejar el estrés, porque ello implicaría que somos
una empresa que genera estrés en su gente”.
La palabra ESTRÉS en algunas organizaciones suele ser un
tema tabú y es preferible no mencionarlo, pese a reconocer su existencia.
Existe solución?
Desde nuestra perspectiva, el problema del estrés tiene que
ser atendido de manera integral atendiendo tanto a las causas como a las
posibilidades. La causa del estrés que vivimos hoy día, no es una, sino que es
el conjunto de diversas situaciones y nuestra incapacidad para responder a
todas ellas lo que activa pero también agota nuestro sistema de alerta.
Las empresas e instituciones, deben esforzarse doblemente
pues no basta colgarse la medalla, sino comprometerse real y seriamente con el
desarrollo de una cultura orientada a generar menos estrés y mayor efectividad
organizacional. Es decir, que pese a que el estrés es una respuesta particular del individuo, las organizaciones deben promover entre su gente el autocuidado, regular las excesivas demandas así como insistir en el balance vida-trabajo.
Eliminar el estrés de nuestras vidas, señalamos, no solo
sería peligroso, pues careceríamos de nuestro sistema de supervivencia, sino
que sería también poco realista. Desde nuestra perspectiva, el estrés como la
materia, no se crea ni se destruye, solo se TRANSFORMA.
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