Te has preguntado por qué algunas personas se muestran tan
seguras de sí mismas y obtienen lo que quieren? Por qué parecen disfrutar
intensamente la vida? Cómo de manera firme pero sin agresividad responden a los
cuestionamientos de otros sin que ello les afecte? E incluso, parecen
enfermarse menos?
Por otra parte, quizá también te preguntes, por qué a pesar de "tenerlo todo" no pareces sentirte content@, sientes culpa, insatisfacción, miedo, vives constantemente comparándote con otr@s, te autosaboteas y te deprimes.
La respuesta a éstas y otras interrogantes está en la
autoestima.
Qué es, de dónde surge
La autoestima, es un constructo personal, es decir una idea
que nos formamos acerca de nosotros mismos. Cuando somos pequeños, nuestros
padres, cuidadores, maestros, hermanos mayores y otras figuras de autoridad
contribuyen a la formación de nuestra autoestima. Es probable que a la fecha,
todavía recuerdes cuando tu madre decía que eras “un niñ@ muy inteligente” o
por el contrario “un niñ@ desobediente y groser@”.
Es frecuente que quienes nos consultan recuerden aquellos
mensajes de sus padres, hermanos o abuelos, y es posible observar en algunos de
ellos, gestos de alegría, tristeza o enojo, pues recuerdan estos mensajes con
mucha claridad.
A medida que vamos creciendo, nuestras experiencias de éxito
o fracaso, mismas que pueden ser alentadas o desalentadas por estas figuras de
autoridad, van sumándose y edificando nuestro sentimiento de valía, nuestra
autoestima.
El reconocimiento juega un papel muy importante a lo largo
de nuestra vida. Cuando lo recibimos, sabemos que somos buenos y capaces,
valiosos; en sentido inverso, el no recibir este reconocimiento, nos hace dudar
de nuestra valía e incluso a veces, de nuestra importancia para el resto del
mundo. Algunos padres y/o maestros particularmente de la "vieja escuela" consideran que el dar reconocimiento a un niño es malcriarlo, envanecerlo y dañarlo. Por el contrario, dosis adecuadas de éste fortalecen el espíritu y contribuyen a la seguridad y desenvolvimiento del infante, aún años más tarde.
Una vez que hemos dejado la niñez, en la adolescencia,
contribuyen de manera significativa nuestros pares y el sexo opuesto. Algunas
personas recuerdan las cicatrices de esa etapa, y no nos referimos a las marcas
provocadas por el acné (aunque este tema en particular es relevante en algunos
casos), sino a las burlas de los compañeros sobre el peso, la estatura, el poco
o menor desarrollo sexual y otras características físicas (en esta etapa en
particular hay una sobreatención a estos detalles) Y es entonces cuando gran
parte de nuestra autoestima se basa en nuestra autoimagen, en cómo nos
percibimos físicamente.
La autoestima basada en nuestros pensamientos
La autoestima basada en nuestros pensamientos
Pero la autoestima no es un concepto estático, es decir, que si bien la autoestima en principio se construye a partir de lo que nos dicen los demás, en la adultez, la responsabilidad de ésta cae en nosotros mismos. Cuando un paciente llega a consulta, a menudo no sabe que tiene problemas con su autoestima, sin embargo es frecuente que señale lo siguiente:
"Todo me sale mal"
"Nada me ha salido bien ultimamente"
"Mi vida es un desastre"
"Nadie se fijó en mí"
"Fue el peor ridículo de mi vida"
"Si yo no hubiera hecho esto o aquello"
"Yo debería dar más"
"A mi edad, mi madre o mi padre ya..."
"A mi edad, mi madre o mi padre ya..."
etc.
Las anteriores constituyen ejemplos de distorsiones cognitivas, es decir, errores de pensamiento que provienen efectivamente, no de lo que nos dijeron, sino de lo que asumimos como cierto y que constituye nuestras creencias básicas respecto de nosotr@s mism@s y el mundo. Como sabemos, son nuestros pensamientos los que generan nuestras emociones, de tal forma que la persona que piensa de sí mism@ de esta manera, frecuentemente experimenta angustia, depresión y en casos extremos, esta percepción distorsionada de sí mismo puede llevarlo a conductas de riesgo como:
- Relaciones de codependencia, en el que se busca a través del otro, llenar esos "faltantes"
- Adicciones relacionadas con la alimentación y el consumo de sustancias (alcohol, cigarro y otros); se ha demostrado que quienes incurren en estas conductas tienen por lo general una baja autoestima
- En casos graves, el sentirse inadecuado o incapaz frente a una o varias situaciones de la vida, puede llevar a una persona en la que además se conjugan otros factores relacionados con su actividad cerebral, a pensar o intentar actos suicidas
De ahí que trabajar en nuestra autoestima sea fundamental para nuestro bienestar! Y para ello, es necesario reconocer estos pensamientos que se generan "en automático", analizarlos y remplazarlos por otros que sean más funcionales y adaptativos, es decir, que en lugar de derribar nuestra autoestima, la fomenten.
Cómo podemos fomentar nuestra autoestima?
- Haz una lista de tus fortalezas, aunque inicialmente te cueste trabajo, haz por lo menos una lista de diez de ellas.
- Enfócate a cultivar estas fortalezas, por ejemplo, si eres una persona que le gusta leer, escribir, o realizar ejercicio, HAZLO. Tu sensación de dominio personal se verá incrementada y con ello tu autoestima.
- Evita compararte. Este es uno de los errores más frecuentes por lo que evitarlo es vital. Tu eres tú y nadie más.
- Haz a un lado los estereotipos. Esto es también muy frecuente y dañino. Piensa por ejemplo en la relatividad y la temporalidad de los mismos (estereotipos de belleza, según quién, etc.)
- Aprende a identificar estos pensamientos, creencias, supuestos, que minan tu autoestima.
- Si lo requieres, solicita ayuda profesional.
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