Compártelo todo, juega limpio, no le pegues a la gente, no cojas lo que no es tuyo, di que lo sientes cuando molestes a alguien.
Cuenta Robert Fulghum que en las Islas Salomón, al Sur del Pacífico, existe una tribu que acostumbra treparse a los árboles y gritarles durante 30 días y 30 noches consecutivas. Al final de ese periodo de tiempo, los árboles se secan y se caen. No es necesario talarlos, pues los gritos hacen esta función. Y la moraleja de esta historia es que "palos y piedras pueden romper nuestros huesos, pero las palabras rompen nuestras corazones".
Y la historia va a propósito del tema en esta ocasión, el acoso escolar y laboral, llamados respectivamente bullying y mobbing, que hacen referencia a la agresión constante de parte de un individuo o grupo contra otro, de carácter físico, psicológico, verbal o cibernético.
Una sola de estas formas, bastan para que un individuo sufra de alteraciones en su autoestima, su personalidad, trastornos del sueño y en algunos casos, el suicidio.
Pues no se trata únicamente de la violencia física - esta difícilmente se da en un contexto laboral - sino de la violencia verbal, de la psicológica, incluso de esa agresión sutil, velada, por debajo de la mesa o el escritorio, en ocasiones en forma de exclusión, de elevadas demandas o incluso de dejarle "en la banca", sin ninguna asignación o proyecto como le ocurrió a un buen amigo de nivel gerencial.
Esos "golpes bajos" que ocurren como decimos, con tanta frecuencia que parecen pasar "inadvertidos", en realidad van creando un profundo resentimiento, temor y en ocasiones terror en quien los padece.
Por supuesto que la violencia física importa, la que no solo deja huellas, pero incluso puede causar la muerte, como la del niño de 12 años, cuyos agresores eran niños de su misma edad, que entre "juego y juego" dirían algunos, "se les pasó la mano". La realidad es que hoy vivimos tristemente en todos los niveles, la violencia en su máximo apogeo, y la escuela y el trabajo no son la excepción.
Instinto?
Hay quienes aseguran que los hombres, como los animales, poseemos un instinto agresivo, que nos permite sobrevivir, enfrentar a nuestro adversario y dominarlo. En algunas películas, incluso, se intenta dibujar la figura de los menores, como almas perversas, despiadadas, malévolas.
Pero probablemente, sea la crianza y no los genes los que determinen la manera en cómo se expresa este instinto agresivo, pudiendo ser transformado, o como dijeran los psicoanalistas, sublimado. Es así como podríamos decir que aun cuando la agresión sea instintiva, la violencia es aprendida.
El rol de los padres
Hemos hablado en diversas ocasiones, de la importancia de la educación, de la manera en como los padres enseñan a sus hijos a resolver las diferencias, a manejar los conflictos, y de cómo en ocasiones los padres, que aprendieron también a ser violentos en su momento, replican dichos aprendizajes y predican con el mal ejemplo: "Si te pegan, pega", "Si te pegan, te pego yo, por dejado" entre otra serie de argumentos, que carecen de lógica, pues no es posible contrarrestar la violencia con más violencia. Domina pues, la ley de la selva, en donde el más fuerte y el que pega más es rey.
Los padres, juegan también un rol muy importante, en lo que al establecimiento de límites se refiere. El niño, a través del establecimiento de límites, aprende a distinguir entre lo que es correcto y lo que no lo es. Los límites junto con la tolerancia a la frustración, son necesarios para vivir en armonía, para interactuar sanamente.
Desafortunadamente, muchos niños en la actualidad son criados por las nanas, las virtuales como la televisión y el internet, y las que reciben un sueldo mínimo por una labor tan importante, y para la cual en ocasiones no están preparadas. Con el paso del tiempo, estos niños, se convierten en jóvenes desprovistos de conciencia, que suelen arreglar como hemos dicho sus dificultades de forma violenta. Y entonces, surge la pregunta: Y donde estaban sus papás?
El ámbito laboral
Como hemos señalado ya, en el ambiente laboral se reproduce la violencia en un tono más "sutil" pues no ocurre, o con mucho menos frecuencia la violencia física, pero se da la otra, la humillación, el ninguneo, la reprimenda pública, y por supuesto, el acoso sexual. Este no es un tema de sexos, pues te sorprenderá saber que en muchas ocasiones, son las mujeres quienes agreden a otras mujeres, e incluso a los hombres. Estos últimos, quienes tradicionalmente han ocupado posiciones jerárquicas dentro de las organizaciones, "hacen valer" su autoridad para seducir y acosar a los miembros de rango inferior.
Se sabe además, que cuando en los grupos existe un alto grado de tensión, o incluso de ocio, existen más probabilidades de que se de el llamado mobbing, pues solo de esta manera sus miembros pueden manejar el displacer que provocan ambas situaciones.
Las buenas noticias
El bullying, mobbing y otras enfermedades de tipo social, pueden erradicarse si tomamos conciencia, si las empresas ofrecen a sus colaboradores CALIDAD Y BALANCE DE VIDA; así, los que son padres tendrán tiempo para formarse, para pasar tiempo con sus hijos y EDUCARLOS. ESTAR ATENTOS a lo que nuestros hijos hacen, hablar de lo que ven todos los días en la televisión, el internet y los videojuegos. CONOCER a sus amigos, y qué hacen sus padres, nos haría una sociedad más comprometida, y menos "distraída" de lo que verdaderamente importa.
En las ORGANIZACIONES, el fomento de los VALORES, las POLITICAS claras y la CERO TOLERANCIA AL ABUSO Y AL ACOSO, así como la creación de CONDICIONES ADECUADAS de trabajo y el RECONOCIMIENTO de quienes laboran en ellas, contribuiría a reducir el mal clima laboral que existe en algunas de ellas.
Las PALABRAS, la manera en cómo nos dirigimos a quienes nos rodean juegan un papel clave en el desarrollo de su autoestima, pero también en la productividad y el desempeño laboral. Palabras de aliento, palabras de entusiasmo, palabras de aceptación.
Y como dijera Fulghum, no nos vendría mal a todos y cada uno vivir una vida equilibrada, aprender algo y pensar en algo y dibujar y pintar y cantar y bailar y jugar y trabajar cada día un poco, permanecer atento a lo maravilloso y recordar la primera palabra que aprendimos y la más grande de todas: MIRA, observa, date cuenta, que el futuro está en tus manos.
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