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AGILIDAD EMOCIONAL (Emotional Agility)




En el Harvard Business Review de este mes, se publicó un interesante artículo sobre la Agilidad Emocional  (Emotional Agility) en el trabajo. Pero qué es exactamente la Agilidad Emocional y cómo podemos desarrollarla? Aquí nuestro resumen y comentarios.

Pareciera redundante hablar de Agilidad Emocional, debido a que la raíz etimológica de la palabra “Emoción”, que es movere – movimiento o impulso – nos habla por sí misma del carácter dinámico de la emoción. Las emociones han sido vistas tradicionalmente, como sentimientos que generan una serie de respuestas fisiológicas - por ejemplo, estar enojado induce una serie de respuestas como el aumento de la frecuencia cardiaca o de la tensión muscular – que se generan A PARTIR DE LA INTERPRETACION que hacemos de las circunstancias, es decir, que nos enojamos cuando interpretamos que esto o aquello no corresponde a nuestras expectativas, o por el contrario, sentimos alegría, cuando las cosas van bien.

Incluso en aquellas circunstancias en las que no existe aparentemente una razón para la emoción, la hay, como es el caso de la tristeza “No se porque estoy triste”.  Las razones para la tristeza pueden ser variadas, pero en otra ocasión nos referiremos a ellas.

Pero volviendo al artículo del HBR, pareciera que las emociones no tienen cabida en el lugar de trabajo, refieren sus autoras Susan David y Christina Congleton, en donde hombres y mujeres deben “ocultar” sus emociones, lo cual parece ir en contra de la naturaleza humana, y permanecer estoicos ante las situaciones que se suceden. Hace ya varias décadas, el célebre investigador Daniel Goleman, publicó su obra magna “La Inteligencia Emocional”, de la cual derivaron varias obras subsecuentes para la Empresa y otros grupos. En aquel tiempo Goleman se refirió a la necesidad de comprender e identificar las emociones y por otro lado a la “conveniencia” de la emoción, es decir a encontrar una expresión en tiempo y lugar, adecuadas para la misma. 

Por lo que si bien no es nuevo hablar de emociones, en esta nota, David y Congleton tienen el acierto de hablar no solo de las emociones, sino de qué hacemos con ellas. En su experiencia (como en la nuestra), la mayor parte de la gente, no solo en la oficina, sino en diferentes ámbitos, tiende a “ocultar” o “disfrazar” sus emociones, la mayoría de las veces cuando éstas son socialmente inaceptables, pero incluso cuando éstas son positivas “No debo mostrar mi alegría ante cierta persona” parece decir el pensamiento de las mismas.

Por otro lado, señalan, la mayor parte de la gente se encuentra atrapada en sus PENSAMIENTOS O INTERPRETACIONES DE LA REALIDAD aceptándolos como si fueran hechos o realidades contundentes, o racionalizando “ No debería sentirme así”, prestando DEMASIADA ATENCION AL DIALOGO INTERNO y empleando para ello importantes recursos cognitivos, lo cual forma parte de estrategias que han sido reforzadas por muchos años, y en algunos casos desde la niñez. Son personas que suelen decir “Es que desde que yo era niño (a) pensaba así o hacía esto”, o “Esto es algo que mi padre (madre) me enseñó, que no hay que confiar…”,  etc.

Los líderes efectivos (y las personas efectivas en general),  NO TRATAN DE SUPRIMIR SUS EXPERIENCIAS INTERNAS, NI TAMPOCO LAS RACIONALIZAN, SINO QUE LAS UTILIZAN DE MANERA PRODUCTIVA. Esto es lo que las autoras denominan AGILIDAD EMOCIONAL, y se refieren a cuatro prácticas fundamentales para lograrlo:

1.     Reconoce tus patrones. Darte cuenta cuando estás siendo atrapado por tus emociones y pensamientos y cómo éstos forman parte de patrones relativamente estables (pero que pueden ser modificados). La mayor parte de estos patrones son aprendidos, y representan un obstáculo, como por ejemplo, la persona que rechaza trabajar con otras (mujeres por ejemplo) por considerarlas incompetentes (pensamiento o interpretación errónea). Necesitas darte cuenta de estos patrones, para poderte liberar.

2.     Ponle nombre a tus pensamientos y emociones. Esta es una actividad clave para entenderlas y poderlas manejar. Esto es algo que hacemos en psicoterapia, invitando a las personas a expresar cómo se sienten: “ enojadas, decepcionadas, frustradas, dolidas, etc.” pareciera que “nombrarlas” es darles “cuerpo”, “materializarlas”, para entonces trabajar con ellas. Las emociones, como hemos señalado anteriormente en este blog, están íntimamente ligadas a nuestros pensamientos, por lo que el siguiente paso es encontrar la raíz de la emoción en el pensamiento o interpretación.

3.     Acéptalas. Aceptarlas representa lo opuesto al control. Entrar en contacto con el miedo, la angustia o la preocupación, y reconocerlas como parte de la situación en la que nos encontramos en ese momento es clave en el proceso de transformación de las emociones. Contrario a lo que nuestro círculo “bien intencionado” nos suele recomendar como “no estés triste”, “olvídalo”, o “supéralo” , hay que entrar en contacto y aceptar nuestras emociones y patrones de pensamiento para poderlos cambiar. La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) es la terapia de elección para lograr esto.

4.     Actúa con base en tus valores. Cuando te desenganchas de tus pensamientos y emociones, se expanden tus opciones, y es entonces cuando tienes la opción de actuar con base en tus valores. Para qué te sirve esta emoción? Como te ayudará a ser mejor en tu trabajo o ayudará a otros. Mientras que las emociones son temporales, los valores son estables. Enfoca el manejo de tus emociones alineado a tus valores.

Finalmente vale la pena recordar lo siguiente: el estrés, como nuestras emociones en general, no son buenos ni malos en lo general, sino lo que haces con ellos. Aprender a identificarlos es el primer paso para transformarlos en energía positiva. 

Visítanos


Referencia:

David, S., Congleton, C. (2013)  Harvard Business Review. Emotional Agility. Noviembre

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