Ascender a un puesto directivo es un proceso que dura varios
años, tiempo en el cual hombres y mujeres, deben prepararse para ello.
En particular las mujeres, quienes empiezan a asumir
posiciones directivas, pero cuya incorporación a la llamada C-suite ha sido
lenta y difícil, son pocos los países, como en el caso de Noruega, cuya participación laboral femenina es 20% superior al de la Unión Europea, y cuyas
mujeres ocupan el 40% de sus consejos directivos y en el mismo porcentaje tienen una representación en el parlamento.
En America Latina, sólo el 5% de los altos cargos están desempeñados por mujeres.
Y es entonces cuando nos preguntamos: qué les decimos a
nuestras hijas cuando son pequeñas? En America Latina, sólo el 5% de los altos cargos están desempeñados por mujeres.
Las preparamos para ese momento, en el cual puedan llegar a ser directoras de una empresa o incluso lleguen a ocupar una posición como Cristina Kirstchner, Dilma Rousseff, Angela Merker, Julia Gillard, es decir, presidentas de su país? O les decimos que son Rapunzel, Mulan, Bella, Aurora, Mérida y el demás resto de las princesas de los cuentos ?
Hasta qué punto dichas fantasías, limitan la creatividad, la imaginación, pero también el desarrollo profesional de la una mujer?
Si nos remitimos a la primera parte, existe una diferencia importante entre fantasía e imaginación: mientras que la fantasía hace referencia a imágenes que no están conectadas con el mundo concreto, es decir que no existen, la imaginación es la capacidad que tenemos los seres humanos para crear a partir de las abstracciones que hacemos en nuestra mente. La creatividad nace de la imaginación.
Es así como mediante el uso de la imaginación, podemos crear mundos mejores, no así en el caso de la fantasía, pues ésta carece de bases reales.
Pero como en realidad esta nota va de lo segundo, es probable que dichas fantasías mermen también en el desarrollo profesional, porque si bien hoy día las princesas modernas poseen también otros atributos, quizá el principal de todas ellas sea la belleza.
Por lo cual, si queremos que nuestras hijas aspiren y logren alcanzar dichas posiciones directivas, tendríamos que decirles desde muy temprano,
que además de ser bonitas son mujeres inteligentes, capaces, que pueden
aspirar a estas posiciones que antes se encontraban vedadas para ellas.De esta manera, contribuiríamos a que nuestras hijas, no solamente se miren al espejo, sino también se dediquen a prepararse, se sienten en la misma mesa que un hombre, no atrás de él, sino al lado suyo.
Solo de esta manera, podríamos garantizar su asiento en la silla presidencial. Solo de esta manera, dichas mujeres romperían el llamado techo de cristal, que en muchas ocasiones es autoimpuesto.
Pero no solamente eso: que las mujeres reconozcan y desarrollen otras capacidades, para lo que están llamadas a ser, acabaría o al menos reduciría la violencia a la cual están expuestas, por ser consideradas incompetentes, objetos decorativos o sexuales, que posan semidesnudas en las revistas de espectáculos, los periódicos vespertinos y los espectaculares.
Pasar de la fantasía a la realidad, haría para las mujeres un mundo mejor.
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